El fotógrafo Manuel de los Galanes en su último trabajo ha cogido varios de los más afamados cuentos de la cultura popular y los ha representado a través de su cámara. Para ello, se ha servido de una impresionante ambientación (por supuesto, con un gran trabajo de retoque posterior) y de la colaboración de rostros conocidos del mundo del espectáculo. El título de la obra es "No tan felices", haciendo referencia a las versiones primigénicas de los relatos donde estos no estaban tan edulcorados como en la actualidad. A continuación una pequeña muestra de lo que depara este magnífica exposición:
Alicia en el país de las maravillas,por Blanca Portillo y María León. El cuento de Lewis Carroll Las aventuras de Alicia en el país de las maravillas apenas ha sufrido mutaciones, según la investigación del fotógrafo. La escena que él ha querido retratar es la siguiente: "Representa el momento en el jardín de las rosas. La reina [Blanca Portillo], que había ordenado que fueran rojas, descubre a Alicia [María León] pintándolas de ese color porque por error se habían plantado las blancas". El conejo blanco representa al mismo animal del cuento que empuja a Alicia por su madriguera, llevándola hasta el país de las maravillas.

Blancanieves, por Ariadna Gil y Ana Rujas. La historia de Blancanieves, del siglo XVI, fue dulcificada un siglo y medio después por los hermanos Grimm. "El personaje de Claudia [Ariadna Gil], la madrastra de Blancanieves [Ana Rujas], es el más importante porque en ella confluyen los arquetipos de la fuerza femenina. La historia se destila en una encarnizada lucha a muerte entre sus dos antagónicas protagonistas. En la original, el daño lo origina Blancanieves al provocar la muerte del hijo nonato de Claudia. Ahí la madrastra se vuelve loca y mala", explica De los Galanes.

Caperucita roja, por Blanca Suárez. La elegida para encarnar a Caperucita Roja fue Blanca Suárez: "Caperucita es el personaje vox populi de mi serie. A Blanca le encantó. Ella es un diamante", explica el fotógrafo. "Como historia, es una de las más complicadas, porque se la fueron pasando como una pelota de pimpón entre Grimm y Perrault. No se atrevían a adaptarla porque es un cuento que bebía de la línea del matriarcado. Es una historia que preponderaba la libertad, la individualidad femenina y su poder. Al final, Perrault solucionó el tema quitando quince años a la protagonista".

El flautista de Hamelín, por Alejo Sauras. Fue la primera historia que dibujó Manuel de los Galanes -su modo de trabajo antes de realizar las fotografías- y por eso la que más cariño le inspira. El flautista, ese cuento en el que un hombre erradicó una plaga de ratas de un pueblo solo con tocar su flauta y que, al no ser recompensado, se vengó haciendo desaparecer a los niños con el mismo método, tiene un origen diferente: "Siempre me ha revuelto porque está inspirado en un ejército de 50.000 niños que marcharon a las Cruzadas y nunca volvieron". Solo un niño no le mira, el único que no ha caído en el hechizo.

La bella durmiente, por Miguel Ángel Silvestre, Patricia Montero y Alicia Lobo."El cuento originalmente ni siquiera se llama así, sino Sol y Luna, que son los nombres de los hijos de Aurora, la bella durmiente. La fotografía refleja el momento en que se inicia la relación con el príncipe. Tras una partida de caza, él entra en el castillo y la encuentra... Nueve meses después, ella tiene dos gemelos. Un día, Sol, el más pequeño, encuentra la astilla en el dedo de su madre mientras busca su pezón para mamar. Se lo quita y ella despierta. Las hadas son las que guardan a la princesa, a la que cuidan y protegen en su sueño", cuenta De los Galanes.

El soldadito de plomo, por Paco León y Ana María Polvorosa.El final de la historia, para los que no la recuerden, es el siguiente: Un niño recibe, el día de su cumpleaños, una caja llena de soldaditos de plomo. Uno de ellos solo tiene una pierna, y el niño lo coloca en casa junto con una bailarina de papel de la cual se enamora. El cuento termina cuando el soldadito y la bailarina se consumen en una hoguera: "La escena que he fotografiado representa justo ese instante final, cuando se funden los dos para siempre, plomo y papel", explica De los Galanes.